NO perdamos la tradición.

(Tomado de familia de hoy)

En Guatemala es algo propio y hay que mantenerlo.

Nacimientos, Belenes y Pesebres: su historia

Era la Nochebuena de 1223 y los vecinos de Greccio, un pueblecito  de Italia, se habían reunido en una gruta para representar el nacimiento del Niño Dios. Debido al frío, la única figura no humana era la de Jesús. Un hombre pobremente vestido se aproximó a la imagen y le besó respetuosamente los pies. Según la leyenda, el niño cobró vida, extendió sus bracitos hacia él y le sonrió. Aquel hombre, Giovanni Bernardone, es más recordado por el nombre de Francisco de Asís.

Se  asegura que los franciscanos italianos, para recordar aquel hecho milagroso, siguieron haciendo escenificaciones que fueron el origen de los Nacimientos, o al menos a este hecho se le atribuye el inicio de esta tradición.

Otros testimonios históricos citan que también se realizaron escenificaciones en 1252, en el monasterio de Füssen, Alemania, y en 1300 en la catedral de Barcelona.

Aunque la costumbre de representar la natividad de Jesús con seres vivos aún se mantiene en bastantes lugares, el miniaturizado Portal de Belén, el Nacimiento o el Pesebre -que son con los distintos nombres con que se le conoce- ha sido, desde hace generaciones, un rincón tradicional en los hogares andaluces. ¡Cuantos villancicos habrán escuchado las pequeñas figuritas de barro! ¡Cuantos peces habrán bebido en el río! ¡Cuántos reyes llegaron por el arenal…! Porque, además, nuestro pueblo -todo garganta y emoción- tiene la ventaja de que no necesita instrumentos de acompañamiento. Y cuando le parecía, se los inventaba.

Aparte de la leyenda citada que dio origen a los Nacimientos, de veracidad más o menos contrastada, lo que si está comprobado es que las primeras imágenes con las que se reproducía la llegada de Jesús fueron realizadas en Italia en la segunda mitad del siglo XVII, época en que la escultura barroca religiosa tuvo un destacado esplendor. Algunas de estas figuras alcanzaron tamaño natural e iban vestidas con ricos ropajes y pelucas.

En España se introduce esta moda de la mano del rey Carlos III, que habiendo conocido y admirado en Nápoles estas creaciones, encarga a dos artesanos valencianos la copia de figuras napolitanas. Según registros llegaron a realizarse en ese encargo unas seiscientas piezas. Por aquel entonces las figuras estaban primorosamente modeladas sólo en la parte visible: cabeza, brazos, manos, piernas y pies. El cuerpo estaba relleno de fibras vegetales que le conferían gran adaptabilidad a las distintas posiciones. Los vestidos se les confeccionaban, a veces, con bordados e hilos de oro para la Virgen y a San José, y con tejidos más rústicos para los pastores.

La moda del belenismo se extiende por toda Europa durante los siglos XVII y XVIII, realizándose las figuras con las más variadas formas y materiales, según las tradiciones artesanales de cada lugar. En Italia se hacen unas bellísimas imágenes de porcelana, en Cappodimonte. En Baviera y en el Tirol las figuras son tallas de madera con vestidos de tela. En Austria, además, las figuras son de cera con ropajess de tela o de papel. En Francia, durante el reinado de Luis XIV son abundantes los Nacimientos que fabrican con todo primor los Carmelitas de Arlés y los Cartujos de Avignon. La Revolución que hizo rodar cabezas con su guillotina también cercenó esta actividad religioso-artesanal.

En España numerosos artistas, algunos de gran renombre, trabajaron estas figuras tradicionales. Son de destacar Francisco Salcillo (1701-1783) y con anterioridad Luisa Roldán “La Roldana” (1656-1783).

Salcillo siguió el estilo napolitano, de gran naturalismo realista, similar al que empleo para la realización de sus imágenes para pasos procesionales.

Belenes

Casi a principios del siglo XIX comienzan a modelarse figuritas de arcilla, con un alma de madera, que eran cocidas al horno y policromadas a pincel. Algunas de estas piezas llegaron a alcanza una altísima calidad artística y un extraordinario realismo. Durante algún tiempo, a partir de 1825, también se fabricaron figuritas de plomo fundido.

Poco a poco se industrializa la fabricación, se hacen mayores series y se abarata su precio, con lo que también crece la fauna y la variedad de figuras. Se añaden animales domésticos: gallos y ovejas; pescadores, reyes Magos, pajes y camellos.

El montaje del Nacimiento seguía en los hogares una especie de ritual, que comenzaba al desenvolver, como viejos tesoros, las figuritas y los objetos guardados. El reencuentro con lo ya olvidado, como el molino al que le quedó rota un aspa, el castillo de Herodes que habría que situar siempre en la lejanía, la estrella de oriente con su curvada cola, el ángel que colgaba del portal…

Y se seguía con la realización material del Nacimiento. Se fijaban con chinchetas los fondos de papel cuajados de estrellas, se hacía el río con papel de plata -o con algún inservible espejo roto- se colocaba la bombilla roja dentro de la gruta o del pesebre, y todo ello era, durante horas, el centro de atención de la chiquillería.

Desgraciadamente esta vieja tradición -para la que no hacía falta ni siquiera ser creyente- está cediendo ante la invasión de los abetos y árboles navidad de origen nórdico, de Santas Claus “papás noeles” y de horrorosos pseudo-árboles de material plástico.

Hay tradiciones que es una pena que se pierdan, y esta es una de ellas.

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